Placido Domingo encanta al público en Guatemala
Guatemala esperó 20 años por el regreso de Plácido Domingo. No habría tráfico, jornada laboral o amenaza de lluvia que fuera a evitarlo.
Porque aunque costó llegar a la explanada de Cardales de Cayalá y porque unas gotas de agua desde el cielo advirtieron que el invierno se acerca, lo que ocurrió primero fue el regreso del tenor español, algo esperado por la cantidad notable de público que llenó las sillas y mesas.
Los asistentes, citados desde las 18 horas, fueron puntuales y esperaron desde sus lugares, expectantes, por la aparición del intérprete ibérico. Algunos compraron una bebida o bocadillo para pasar el rato mientras otros se frotaban las manos, por nervios, claramente, pues la temperatura era agradable, sin excusas para el frío.
Cumplidas las 20 horas, la orquesta comenzó la música y fue señal para detener todo y apreciar. Como que la llovizna fuera el buen augurio, pues las gotas de agua acompañaron la entrada de un Plácido Domingo solemne, quien caminó con calma hacia su micrófono, saludando al director, a los chelistas y violinistas más cercanos, y comenzó a cantar.
La explanada de inmediato resonó con la voz portentosa del cantante. Algunos en su lugar sacaron un teléfono para grabar un poco de la escena, pero desistieron pronto pues se dieron cuenta que Domingo estaba en el país después de tanto tiempo y que nada podría capturarlo mejor que los ojos mismos, que debían permanecer fijos en los gestos, los ademanes y los brazos del artista que se elevaban con cada nota tendida.
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A Plácido le sucedió la soprano estadounidense Micaëla Oeste, que elevó el tono de la noche y mantuvo la atención en el escenario.
Así se fue intercalando la velada que también vio al tenor guatemalteco Mario Chang demostrar su lucidez en la ópera. El intérprete se presentó con La Donna É Mobile, de Rigoletto, una conocida por el público, que revitalizó el ánimo y la admiración.